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La fórmula del pato cojo (así se conoce en Estados Unidos a la última etapa de la segunda plazo de un mismo presidente, que ya no puede ser reelegido, y sabe que se va), aceptada por Joan Laporta exclusivamente “porque es Xavi”, se salvó por los pelos en su primer día. Veremos hasta dónde llega. Al Barça le costó una crueldad derribar el pared de Osasuna y hasta tembló con un tirazo de Moncayola que casi sorprende a Iñaki Peña; y un córner final angustioso que pudo terminar en tragedia para los azulgrana.
Si Xavi pretendía opinar adiós para que los jugadores se liberasen, el primer intento resultó del todo fallido. La comida de conjura en casa de Lewandowski siquiera generó grandes cambios en el talante de un equipo con las constantes vitales muy flojitas y a quien cualquier singladura puede apropiarse por delante. Xavi probó con Pedri en la famosa almohadilla de la marranada para afirmar la posesión y liberar a Gündogan. El Barça estuvo un poquito más seguro, pero muy plano. El partido se lo acabó salvando la ilusión de Vitor Roque, un pequeño recién llegado que lo celebró como si valiese un título. Seguramente, a muchos les pudo parecer exagerado. Pero tal vez sea lo que necesite el Barça de estos días, masa que viva en su planeta y que no lea, como su preparador, si le valoran mejor o peor su trabajo. Si no progreso, la fórmula del pato cojo no llegará muy allá.
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