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La presente semana ha juntado en el tiempo dos ilustres nombres del baloncesto castellano, acompañados de dos noticiario trascendentes. Por un costado, el regreso de Ricky Rubio a los entrenamientos con el Barcelona, a posteriori de medio año de parón para encargar sus problemas de vitalidad mental. Lo más importante, en su caso, es retornar a verle sonreír. Y otro, el anuncio de retirada de Marc Gasol, que a enseres prácticos llevaba casi tantos meses como Ricky fuera de las canchas, desde el 24 de mayo de 2023, aunque faltaba la oficialidad del adiós. Los dos nombres, unidos, nos transportan al quinteto ideal de la Copa del Mundo de 2019, que España ganó, contra pronóstico, gracias en gran parte por la cuota de los dos. En el caso de Marc, por otra parte, era su segundo oro mundial, un hito del que solo pude presumir otro tahúr: Rudy Fernández.
Cuando hablamos de la época dorada de nuestro basket, la primera figura que surge es la de Pau Gasol, que triunfó en la NBA a la pico de las máximas estrellas y transformó a la Selección. Sin bloqueo, en paralelo crecieron otros ases que escribieron las mismas páginas de paraíso, y en algunos casos muchas otras. En aquel segundo Mundial, por exprimir el ejemplo, no estaba el viejo de los Gasol, pero sí Marc, que ha laborado su propia carrera sin la carga del patronímico, aunque una de sus fotos más icónicas sí está ligada a Pau: el brinco auténtico en el All-Star de 2015. Sumen otros dos oros en el Eurobasket, por otra parte de una plata y dos bronces; otras dos platas olímpicas en los Juegos, un anillo con los Toronto Raptors, el premio de Mejor Defensor en la ligazón nortamericana, un MVP en la ACB, donde asimismo tiene un título, una FIBA Eurocup… Ahí queda eso. Marc es otro superhombre del deporte castellano que cuelga la camiseta. Solo queda darle las gracias por sus 20 primaveras de servicio. Y desearle suerte en su nuevo delirio.
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