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La gran aviso salió ayer por la tarde porque tanto el PSG como Kylian Mbappé quisieron que saliera. Interiormente de unos días, el club parisino y el componente anunciarán oficialmente el fin de una aventura popular de siete primaveras. Entreambos quieren hacerlo perfectamente. Y eso es lo mejor que le puede suceder al Madrid. Que no haya drama en París, que el PSG no parezca el derrotado de una batalla, que Mbappé pueda terminar la temporada sin ser silbado por los aficionados del Parque de los Príncipes y que Florentino Pérez pueda negociar tranquilamente el tema del mosca con la principio y la abogada del punta y la posible billete de Kylian a los Juegos Olímpicos de París. Todas las partes querían evitar el culebrón que tanto daño hizo en los últimos primaveras. Y por eso hay que felicitar a Mbappé y a su entorno.
Esta vez sí se están portando como conviene comportarse cuando se proxenetismo de los sentimientos de los aficionados y de los proyectos deportivos de dos grandes clubes. Mediados de febrero es un momento consumado porque deja tiempo al Madrid y al PSG para preparar con serenidad la próxima temporada. La odisea de Kylian Mbappé en el club más importante de la historia del fútbol empieza con buen pie. Sólo nos queda esperar que unas pretensiones económicas surrealistas no vengan a perturbar lo que hoy aparece como un camino de rosas. Rosas blancas por supuesto.
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