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No tengo pruebas y tampoco dudas de que, en el mismo viaje de vuelta de Riad, Simeone le puso a sus futbolistas el discurso de Al Pacino en Un domingo cualquiera. “Ahora estamos en el infierno, caballeros, créanme; o nos quedamos aquí dejándonos que nos aplasten o luchamos por regresar a la luz para salir del infierno, pulgada a pulgada. La vida o el fútbol, el margen de error es muy pequeño. Las pulgadas que necesitamos están a nuestro alrededor y en este equipo clavamos las uñas por esa pulgada”. Y así salió el Atlético en el Metropolitano, en especial en la prórroga. A ganar duelos. Más rápido, aguerrido, intenso y, sobre todo, valiente.
No regalar metros, presentar batalla en campo rival. Morata había tenido el 3-1 antes de que Joselu marcase el empate a la contra. Arriesgar puede salir caro. El vértigo a quedar eliminados por ir contra natura respecto al partido de Supercopa pasaba por la mente de todos. Pero un protagonista lo cambia todo. En el Metropolitano, el Atleti es otro. 22 victorias y un empate en los últimos 23 partidos. En la prórroga, el Atlético salió a conquistar cada pulgada. Y, a morir, los míos mueren. La vieja guardia: la calidad de Griezmann, el corazón de Koke, la raza de Giménez… el plan de Simeone. Para matar a estos rockeros hace falta mucho más que un partido de Supercopa. El Atleti ganó el derbi desde el vuelo de vuelta de Riad… y lo hizo pulgada a pulgada.
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