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No me gustó en su día que la FIFA plagiara a France Football la idea de premiar al mejor jugador del mundo. La revista francesa creó el Balón de Oro en 1956 y lo ha llevado con general éxito y aceptación, más allá de inevitables discrepancias sobre cuestión tan opinable. El FIFA World Player nació en 1991 y dado que no consiguió desplazar al original forzó en 2010 la unión de ambas iniciativas con el nombre de FIFA Balón de Oro. Parecía una prometedora fusión entre la vieja legitimidad y el poderío aplastante del organismo mundial, pero en 2016 se separaron cuando France Football notó que su socio la pretendía parasitar.
Así que el Balón de Oro reemprendió su camino en solitario. Yo me temí que una mera empresa periodística sería devorada por un gigante como la FIFA, que se propuso competir con un nuevo nombre, The Best FIFA, pero felizmente no ha sido así. El Balón de Oro lo votan periodistas. El The Best mezcla capitanes y entrenadores de selección, periodistas y gran público. Jugadores y entrenadores son voces autorizadas, pero su voto es condicionable por relaciones con candidatos o politiqueo de federaciones, y el gran público puede ser voluble. El voto de The Best es un gazpacho que hace posible un resultado como el del lunes.
Porque el periodo premiable no incluía el último Mundial, lo que hace inaudito que ganara Messi, que por otra parte ni acudió ni lo ha agradecido en sus redes. Quizá incluso esté molesto, porque en su último Balón de Oro anunció que daba un paso al costado y abrió la carrera de sucesión entre algunos de los asistentes. Haaland y Mbappé tampoco acudieron. Henry se quedó solito en el escenario con el trofeo, en posición más que desairada. En fin, la FIFA se metió a hacer una cosa que ya estaba hecha y bien hecha y ha sufrido el castigo de este bochorno. Al menos, eso sí, acertaron con Guardiola y Aitana Bonmatí, que suma este premio al Balón de Oro verdadero.
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